Joan MacDonald es una arquitecta posibilista “pero no conformista”. Está especializada en políticas y programas de asentamientos humanos, convencida de que el arquitecto debe servir para mejorar la sociedad. Actualmente es Presidenta del Servicio Latinoamericano, Africano y Asiático de Vivienda Popular SELAVIP, una entidad que apoya cada año más de 60 proyectos de vivienda y desarrollo urbano en las ciudades del mundo en desarrollo. Conoce la problemática de la infravivienda. Fue Viceministra de Vivienda y Urbanismo de Chile entre 1990 y 1994. El martes llenó de miradas encandiladas el salón de actos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alcalá de Henares. Sus principales preocupaciones desde que empezó a destacar están claras. Ha publicado más de 30 documentos y libros, tales como: Ciudades, pobreza y tugurios y Ser pobres en ciudades pobres.
“Sería absurdo que un médico rechazase a un enfermo porque no lo puede curar”, explica Macdonald. Los arquitectos que su fundación financia, repartidos por todo el mundo, participan de esa misma filosofía: hacer lo que se pueda para que la gente viva mejor. Si el terreno es ilegal, rústico, si es sobre un río... Su gente construye chabolas último modelo, palafitos más robustos, tiendas que aíslan de las bajas temperaturas. Son parches, pero cada año financian 60 proyectos dirigidos a una pequeña cantidad de gente que suman al fin y al cabo una multitud a la que le ha cambiado la vida.
Se desenvuelve bien entre el barro de las favelas, el hielo de Mongolia o los pasillos de las universidades, donde es alabada y cuestionada según en qué orillas de la oficialidad. No en vano tiene larga trayectoria académica y dicta conferencias en universidades latinoamericanas y europeas. En SELAVIP ella propone al directorio pautas generales para la selección de proyectos, pone en marcha procedimientos operativos y representa a SELAVIP en el nivel mundial y regional.
Trabaja en estrecha colaboración con el fundador de la entidad, P. Josse van der Rest y así dan seguimiento directo a los proyectos en todas las regiones. Internet es clave para conocer los proyectos que despliega con el mundo. Pero Joan Macdoland visita además de manera permanente a los países del mundo en desarrollo. En esas ocasiones comparte experiencias con los colaboradores locales para enfrentar nuevos desafíos y mejorar el trabajo de SELAVIP.
Vive en Santiago, Chile, pero conoce el caso español y sabe que los problemas de acceso a la vivienda también se dan en el llamado primer mundo. Cree que sus fórmulas podrían funcionar aquí, y de hecho no le han gustado mucho las experiencias de vivienda social que ha presenciado en España. En sus proyectos los beneficiados se implican en construir la nueva casa. “Aquí se da la vivienda a cambio de nada, por eso no se valora, y encima se reclama al Estado los arreglos que al tiempo necesita”, dice meneando la cabeza. La aportación de su organización es dinero casi siempre, materiales algunas veces... otras veces sólo comida para las familias que vienen a ayudar a hacer la casa.
Su magnetismo probablemente venga de que Macdonald no es de las que se quedan esperando sin hacer nada. Cree que una de las razones más importantes para desarrollar políticas urbanas coherentes es la necesidad de intentar disminuir la pobreza y la precariedad del hábitat en las ciudades de los países en desarrollo. Su trabajo es llevar su arquitectura paliativa a países lejanos donde sólo existen nuevos ricos o marginales. Pero también quiere difundir su mensaje, aunque para eso tenga que desgañitarse en conferencias de dos horas. Una y otra vez pretende invitar a la reflexión sobre “el potencial que tienen los pobres para aportar a la construcción de mejores ciudades en nuestros países, y a renovar algunas premisas que han fundamentado las políticas convencionales en relación con la pobreza urbana y la precariedad del alojamiento".
Por Xavier Colás
Nota original en eldigitaldemadrid
Imagen en TECTONICAblog