Tal como esa favela retratada en la película brasileña, en Chile existen extensos guetos a lo largo del país. ¿Cómo terminar con la segregación?
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En 2002, el cineasta brasilero Fernando Meirelles sorprendió al mundo con su gran película Ciudad de Dios, donde narraba la historia de una favela emblemática de Río de Janeiro a partir de las vivencias de dos niños que seguirían caminos muy distintos. El primero, "Zé Pequeño", se transformaría en un capo mafioso, mientras que el otro lograría escapar de la miseria gracias a su talento para retratarla como reportero gráfico.
Además de su buena factura, la película impactó al mostrar que en la mitad de la cidade maravilhosa existía un asentamiento informal de 70 mil habitantes, controlado por narcotraficantes y donde los policías sólo entraban con tanquetas y fusiles de asalto.
En Chile no estamos tan lejos de esta realidad. Tal como lo mostró una investigación de Ciper de 2009, que publicó Qué Pasa, en Santiago existen extensas áreas marginales, similares a "Ciudad de Dios". En Atisba -nuestra consultora- quisimos analizar este fenómeno. Con datos censales actualizados, concluimos que sólo en 6 barrios del sector sur viven 264.000 habitantes de bajos ingresos. Esto equivale a la población completa de Talca.
También comprobamos que esta realidad no era exclusiva de Santiago. En Puerto Montt, la "ciudad modelo" de Alerce concentra 30 mil habitantes pobres, situados a 12 kilómetros del centro, mientras que en La Serena, "Las Compañías" tiene 51 mil personas en la misma condición. La historia se repite en Antofagasta con La Chimba Alto o en Concepción con Boca Sur-Michaihue.
Pese a las similitudes, los casos chilenos tienen una diferencia central con Ciudad de Dios: son guetos que fueron planificados por el Estado para suplir en tiempo récord el déficit de vivienda social. En 2003, varios investigadores -liderados por Alfredo Rodríguez- nos alertaron de este problema al formular su notable tesis de los "Con Techo". Este trabajo sumado a otros realizados por Elemental y Prourbana inspiraron la nueva política habitacional que legó la administración Bachelet, y donde se crearon programas para intervenir barrios críticos y subsidios para mejorar el entorno y la calidad de la vivienda social.
Pese a los avances obtenidos, los resultados han sido discretos y posiblemente lo seguirán siendo hasta que el Estado dimensione la complejidad del problema y formule un plan integral para resolverlo, en la línea seguida por "Favela Barrio" de Brasil o el "Cambio de Piel" de Medellín. Lo único claro es que la guerra contra la delincuencia no se ganará con redadas hollywoodenses si en paralelo no se ataca su origen, que es la lejanía y deterioro de los barrios segregados y la desesperanza que encuentran los niños que nacen y mueren en ellos.
Para ello se requiere una estrategia que combine el control policial, con inversiones públicas que mejoren de forma radical la calidad urbana de estos asentamientos, incluyendo proyectos de transporte que reduzcan su distancia con los centros de empleo de la metrópoli.
Sólo así podremos asemejar estos "barrios tomados" a la ciudad formal, donde el Estado puede operar y los narcotraficantes no tienen cabida.
Vía quepasa
Visto en latercera
Además de su buena factura, la película impactó al mostrar que en la mitad de la cidade maravilhosa existía un asentamiento informal de 70 mil habitantes, controlado por narcotraficantes y donde los policías sólo entraban con tanquetas y fusiles de asalto.
En Chile no estamos tan lejos de esta realidad. Tal como lo mostró una investigación de Ciper de 2009, que publicó Qué Pasa, en Santiago existen extensas áreas marginales, similares a "Ciudad de Dios". En Atisba -nuestra consultora- quisimos analizar este fenómeno. Con datos censales actualizados, concluimos que sólo en 6 barrios del sector sur viven 264.000 habitantes de bajos ingresos. Esto equivale a la población completa de Talca.
También comprobamos que esta realidad no era exclusiva de Santiago. En Puerto Montt, la "ciudad modelo" de Alerce concentra 30 mil habitantes pobres, situados a 12 kilómetros del centro, mientras que en La Serena, "Las Compañías" tiene 51 mil personas en la misma condición. La historia se repite en Antofagasta con La Chimba Alto o en Concepción con Boca Sur-Michaihue.
Pese a las similitudes, los casos chilenos tienen una diferencia central con Ciudad de Dios: son guetos que fueron planificados por el Estado para suplir en tiempo récord el déficit de vivienda social. En 2003, varios investigadores -liderados por Alfredo Rodríguez- nos alertaron de este problema al formular su notable tesis de los "Con Techo". Este trabajo sumado a otros realizados por Elemental y Prourbana inspiraron la nueva política habitacional que legó la administración Bachelet, y donde se crearon programas para intervenir barrios críticos y subsidios para mejorar el entorno y la calidad de la vivienda social.
Pese a los avances obtenidos, los resultados han sido discretos y posiblemente lo seguirán siendo hasta que el Estado dimensione la complejidad del problema y formule un plan integral para resolverlo, en la línea seguida por "Favela Barrio" de Brasil o el "Cambio de Piel" de Medellín. Lo único claro es que la guerra contra la delincuencia no se ganará con redadas hollywoodenses si en paralelo no se ataca su origen, que es la lejanía y deterioro de los barrios segregados y la desesperanza que encuentran los niños que nacen y mueren en ellos.
Para ello se requiere una estrategia que combine el control policial, con inversiones públicas que mejoren de forma radical la calidad urbana de estos asentamientos, incluyendo proyectos de transporte que reduzcan su distancia con los centros de empleo de la metrópoli.
Sólo así podremos asemejar estos "barrios tomados" a la ciudad formal, donde el Estado puede operar y los narcotraficantes no tienen cabida.
Vía quepasa
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